MÉXICO| 15 DE JUNIO DEL 2020| FOTO: ISABEL MATEOS

POR: KAREN BALLESTEROS.

La pandemia de Covid-19 tomó por sorpresa a los migrantes en tránsito por México, y también a los albergues que les dan asilo en las fronteras Norte y Sur. Sin recursos ni asistencia gubernamental, enfrentan la pandemia de Covid-19 como pueden: a puertas cerradas, sólo con los refugiados que ayudaban previo a la declaratoria de la emergencia sanitaria.

Entre enero y abril, el gobierno federal emitió 6 mil 491 tarjetas de visitante por razones humanitarias para migrantes. Además, datos del Instituto Nacional de Migración (INM) apuntan que entre el 1 de enero y el 31 de mayo, los Grupos Beta han rescatado a 1 mil 29 migrantes de diferentes nacionalidades que estaban en situaciones de riesgo tras intentar atravesar cañadas, un manglares, montañas, ríos, el desierto o la selva, durante su ingreso, tránsito o salida por México.

En los primeros 5 meses de este año también recuperaron 17 cuerpos de personas de origen nacional y extranjero que murieron al intentar cruzar solas o en compañía de familiares o personas conocidas el cauce del Río Bravo –en la frontera Norte de México– para internarse a Estados Unidos.

En México –como en el mundo–, los albergues y las casas hogar brindan estancia provisional, comida y condiciones de higiene básicas para mujeres, hombres, niñas y niños que huyen de la violencia y pobreza extrema que azota sus países; en su mayoría, provenientes del Centro y Sur de América, África y Asia.

Hace poco más de 1 año, cuando las primeras caravanas de migrantes llegaron al país, los estados fronterizos se dieron cuenta de que no estaban listos para recibir a tantas personas. Esto, pese a la promesa realizada por el presidente Andrés Manuel López Obrador –el 21 de octubre de 2018, en Chiapas-–acerca de que se daría asilo y trabajo a los migrantes centroamericanos que se quedaran en la República, así como seguridad de tránsito a quienes siguieran su camino hacia Estados Unidos.

Durante 2019 ingresaron al país alrededor de 39 millones de personas migrantes, de las cuales 179 mil 971 –el 3 por ciento– lo hicieron en condición irregular, de acuerdo con el Instituto Nacional de Migración (INM). Desde entonces, el espacio para los migrantes se redujo.

Esta situación se agravó al acatar las medidas del gobierno federal para combatir la pandemia por el nuevo virus SARS-CoV-2, pues la mayor parte de los refugios tuvieron que cerrar sus puertas para proteger a las personas que allí se resguardan.

“A los migrantes, el gobierno amablemente los dejó ingresar a México y a nosotros nos tocó resguardarlos. El gobierno no quiere ayudarlos. Sería más fácil para nosotros desentendernos y mandarlos de nuevo a sus casas, pero ellos han decidido cruzar a Estados Unidos y, aquí, nos toca recibirlos y apoyarlos”, comenta Tomás Diosdado, responsable de la Casa de ayuda Alfa y Omega.

Ese albergue –ubicado en Mexicali, Baja California– tiene la capacidad de resguardar a más de 450 personas; sin embargo, con la llegada del virus “nos quedamos sólo con 88 migrantes. Cerramos para evitar que quienes ya estaban aquí pudieran terminar infectados”, explica Diosdado.

Éste, como muchos otros albergues, hace lo posible por llevar a cabo las medidas de higiene básicas: el lavado de manos y la desinfección constante de espacios comunes, además de instrumentar la sana distancia y reducir las salidas para comprar lo que se necesite.

Pero otros sitios no han corrido la misma suerte. A raíz de la contingencia sanitaria, el Centro de Día para Migrantes Jesús Torres Fraire –localizado en Torreón, Coahuila– dejó de funcionar como estancia provisional y ahora sólo funge como comedor. “Regularmente aquí comen, se bañan, descansan uno o dos días y siguen su camino, pero ahora sólo se bañan, almuerzan y se van”, indica el director Javier Rodríguez.

“Dentro de nuestras posibilidades, les ayudamos a cubrir sus necesidades, pues hasta el momento sólo contamos con lo básico: artículos de limpieza, desinfectantes, alcohol, antigripales y medicamentos”, agrega.

Al respecto, Ana Mercedes Saiz, directora general de la organización Sin Fronteras, IAP, afirma que aunque la pandemia fue una situación “inédita”,  los albergues son lugares que, al tener bastante experiencia en el trabajo con la población migrante, conocen bien la realidad de dicho sector y saben aplicar las medidas de protección necesarias.

Por la propia naturaleza del virus, Mercedes Saiz señala que lo que más preocupa a los albergues es tener la capacidad y los recursos para mantenerse aislados. Por ello, “se tiene responsabilizar el Estado de dotar de bienestar a las personas y de protegerlas durante la pandemia”.

PARA MÁS INFORMACIÓN: https://www.contralinea.com.mx/archivo-revista/2020/06/14/albergues-para-migrantes-en-el-olvido-y-la-desproteccion-en-la-pandemia/