Por Amanda Taub | http://www.elmundo.cr/ | Crónica 

Toronto, 16 jul (NYT) ⎯ A medida que el populismo derechista ha enturbiado las elecciones y cambiado drásticamente la política en todo Occidente, hay un país donde los populistas en gran medida no han logrado abrirse camino: Canadá.

Los ingredientes esenciales están presentes. Una mayoría étnica blanca que está perdiendo su dominio demográfico. Un significativo aumento en la inmigración que está cambiando a la cultura y a las comunidades. Medios noticiosos y personalidades políticas que apuestan en grande a la reacción negativa de los blancos.

Sin embargo, la política de Canadá permanece estable. Su círculo gobernante liberal centrista es popular. No solo ha fracasado la política de la reacción blanca, sino que la inmigración y la diversidad racial son fuentes de orgullo nacional. Y cuando los ajenos al círculo gobernante han usado el manual populista, se han topado con la derrota.

Los forasteros podrían suponer que esto es porque Canadá simplemente es más liberal, pero estarían equivocados. Más bien, Canadá ha resistido la ola populista a través de un conjunto de decisiones estratégicas, incentivos institucionales poderosos, fuertes coaliciones minoritarias y circunstancias idiosincráticas.

Aunque no hay una respuesta mágica, la experiencia de Canadá ofrece lecciones inesperadas a otras naciones.

Un tipo de identidad diferente

En otros países occidentales, el populismo derechista ha surgido como una política de nosotros contra ellos. Enfrenta a miembros de las mayorías blancas contra los inmigrantes y las minorías, impulsado por una sensación de que las identidades nacionales cohesivas están bajo amenaza. En Francia, por ejemplo, es común escuchar que la inmigración diluye la identidad francesa, y que permitir que grupos minoritarios mantengan sus propias culturas erosiona los elementos vitales del carácter francés.

La identidad funciona de manera diferente en Canadá. Tanto los blancos como los no blancos ven la identidad canadiense como algo que no solo puede dar cabida a los forasteros, sino también mejorar por medio de la inclusión de muchos tipos diferentes de personas.

Canadá es un mosaico en vez de un crisol, me dijeron varias personas; un lugar que celebra los antecedentes diferentes en vez de demandar la integración.

“Muchos inmigrantes vienen con su cultura, y a los canadienses les gusta eso”, dijo Ilya Bolotine, una empleada de tecnología de la información originaria de Rusia, a quien conocí en un gran parque frente al lago Ontario. “Les gusta la variedad. Les gusta la diversidad”.

La identidad rara vez funciona así. La gente tiende a identificarse con su raza, religión o, al menos, idioma. Incluso en Estados Unidos, una nación de inmigrantes, la política desde hace tiempo se ha agrupado en torno a camarillas demográficas.

La identidad multicultural de Canadá es en gran medida resultado de maniobras políticas.

En 1971, el primer ministro Pierre Trudeau enfrentó una crisis en medio del ascenso del separatismo canadiense francés en Quebec. Su partido estaba perdiendo apoyo, y su país parecía en riesgo de dividirse en dos.

La solución de Trudeau fue una política de multiculturalismo oficial y amplia inmigración. Esto resolvería el conflicto en torno a si la identidad canadiense era más anglófona o francófona; no sería ninguna de las dos, con una gama de diversidad lo suficientemente amplia para volver triviales las antiguas divisiones. También ofrecería una base para que los votantes inmigrantes apuntalaran al Partido Liberal de Trudeau.

Luego, a principios de la década del 2000, otro cálculo político inteligente cambió la dinámica de la política étnica, consolidando el multiculturalismo en todos los partidos.

Jason Kenney, entonces miembro conservador del Parlamento, convenció al primer ministro Stephen Harper de que el partido debería cortejar a los inmigrantes, quienes ⎯ gracias a los esfuerzos de Trudeau ⎯ habían respaldado desde hacía tiempo a los liberales.

“Dije que la única manera en que forjaríamos una coalición gobernante era con el apoyo de los nuevos canadienses, dada la demografía cambiante”, dijo Kenney.

Tuvo éxito. En las elecciones de 2011 y 2015, los conservadores consiguieron una participación más alta del voto entre los inmigrantes que entre los canadienses nativos.

El resultado es un amplio consenso político en torno al lugar de los inmigrantes en la identidad de Canadá.

Eso crea un círculo virtuoso. Todos los partidos dependen de y compiten por los votantes de minorías, así que nadie tiene el incentivo de buscar una reacción negativa contra los inmigrantes. Eso, a su vez, impide que el sentimiento antiinmigrante se convierta en un punto de conflicto político, lo cual lo hace menos importante para los votantes.

En Gran Bretaña, entre los votantes blancos que dicen que quieren menos inmigración, un 40 por ciento también dijo que limitar la inmigración es el tema más importante para ellos. En Estados Unidos, esa cifra es de alrededor del 20 por ciento. En Canadá, según un estudio de 2011, era de solo el 0.34 por ciento.

Cortejando a los grupos étnicos

Incluso mientras los políticos ideaban un consenso a favor de la diversidad, los grupos de inmigrantes y de minorías se han organizado, sin remordimientos sobre reivindicar sus intereses.

En Canadá, como todos los partidos compiten por todos los bloques étnicos, las minorías no tienden a polarizarse en un solo partido. Eso deja poco incentivo para el tribalismo, incluso a medida que los grupos minoritarios se sienten con el poder para defender su identidad étnica o religiosa.

“Decimos: ‘Miren, ¿cuál es su posición sobre temas particulares de importancia para nosotros?’”, dijo Kulvir Singh Gill, miembro de la poderosa comunidad sij de Toronto. “Y con base en ello, seremos selectivo en nuestro apoyo”.

En junio, Gill ayudó a organizar una cena de recaudación de fondos para Seva Food Bank, una organización de caridad encabezada por sijs que ayudó a fundar.

El evento estaba plagado de políticos. Destacados miembros de los tres principales partidos de Canadá estuvieron presentes, así como varios miembros del Parlamento y el premier provincial, el equivalente al gobernador, de Ontario. El primer ministro Justin Trudeau había grabado un video para inaugurar la cena.

Todos buscaban el apoyo de los sijs de Canadá, pero todos estaban teniendo que trabajar por él.

Haciendo funcionar a la inmigración masiva

Los rápidos cambios en la demografía tienden a agitar el sentimiento contra los inmigrantes dentro del grupo dominante, dicen los expertos, impulsando a los políticos derechistas que prometen duras tácticas contra los forasteros.

Pero, aun cuando las altas tasas de inmigración de Canadá han transformado al país en pocas décadas, el público se ha mostrado en su mayor parte tranquilo y tolerante.

Una razón quizá sean las inusuales políticas de inmigración de Canadá. Un sistema de patrocinio, en el cual familias canadienses acogen a los recién llegados, permite a las comunidades sentir que son parte del programa de reubicación de refugiados del país.

Y un sistema de puntos, que favorece a los migrantes que se piensa contribuirán económicamente, hace que se sienta que la inmigración es algo que beneficia a todos.

Ahmed Hussen, ministro de inmigración federal, dijo que “la suerte de la geografía” también ha ayudado a hacer que la inmigración se sienta menos amenazante.

Virtualmente, todos los inmigrantes a Canadá son traídos aquí deliberadamente. La investigación sugiere que la inmigración no controlada, por ejemplo la llegada masiva de refugiados a Europa, puede desencadenar una reacción negativa populista, sin importar si esos recién llegados representan una amenaza.

“Tenemos el lujo de estar rodeados por océanos por tres costados, y luego por la frontera estadounidense”, dijo Hussen. “La cual, en relación con su frontera sur, no tiene la misma cantidad de migración irregular”.

Immo Fritsche, profesor de la Universidad de Leipzig, en Alemania, ha encontrado que cuando la gente siente una pérdida de control, se aferra más estrechamente a las identidades raciales y nacionales. Y desea líderes que prometan reafirmar el control.

Los populistas europeos han progresado con base en esas promesas, y acusando a los círculos políticos de entregar sus países a los migrantes. La promesa del presidente Donald Trump de construir un muro fronterizo es, en su esencia, una promesa de control.

Pero los sistemas basados en puntos y en el patrocinio de Canadá, junto con su posición geográfica, ayudan a las comunidades a percibir una sensación de control sobre la inmigración de modo que, aun cuando los recién llegados cambian la política y la sociedad, la reacción negativa ha sido mínima.

El rostro del populismo canadiense

El resultado es un sistema inclinado fuertemente contra los forasteros populistas.

Aunque algunos han encontrado éxito local, particularmente en Quebec, no se las han arreglado para cobrar fuerza nacional. Al final de mi periodo en Toronto, asistí a una conferencia organizada por The Rebel, un canal noticioso en internet que a menudo es llamado el “Breitbart del Norte” y alguna vez pareció la vanguardia populista de Canadá.

Como el medio noticioso Breitbart News, ha ascendido con base en oscuras advertencias sobre la ley Shariah y las élites perversas.

El año pasado, cuando la ola populista creció en todo el mundo, The Rebel dio un tácito apoyo a un puñado de políticos. Una, Kellie Leitch, recibió tiempo aire y elogios mientras buscaba impulsar el populismo hacia la corriente dominante.

Pero este año, cuando Leitch se postuló para el liderazgo del Partido Conservador, una importante prueba del atractivo del populismo en Canadá, obtuvo solo 8 por ciento de los votos, ubicándose en el sexto sitio.