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Ciudad de México.- De acuerdo con datos del gobierno estadunidense, el diez por ciento de la economía en ese país depende del trabajo de inmigrantes mexicanos, que generan más de mil 500 millones de dólares anuales.

Por ello, las deportaciones de trabajadores mexicanos afectan a la economía estadunidense, pero sobre todo, a los propios indocumentados, que viajan a ese país para ganar el dinero que les permita brindar una vivienda a sus familias, y a sus hijos educación superior.

Así lo señalaron tres padres de familia, deportados entre mayo y julio de este año, cuya expectativa era laborar como cocineros o trabajadores de la construcción, y advierten que los sistemas laborales son parecidos a los de México, lo único que cambia es el idioma y la moneda, y no se atemorizan ante el trabajo solo quieren una oportunidad, indicaron al recibir del gobierno capitalino el Seguro de Empleo por seis meses.

Uno de ellos, Raúl Santiago Salazar, relata: “Nací en Oaxaca y durante diez años fui cocinero en Tennesse; hacía comida americana y griega, básicamente era carne, vigilar el término de las carnes era mi trabajo. En mayo pasado llegué de Estados Unidos. Fui deportado. Me mandaron del aeropuerto para acá, aquí no he trabajado, mi hijos se quedaron allá”.

Otro migrante narra su historia: “Hace más de tres años tuve un accidente por lo que tenía que pasar 48 horas en la cárcel; me fui a entregar voluntariamente y de ahí me enviaron a Luisiana donde me deportaron”.

“Vivía solo, ganaba casi mil dólares a la semana -en pesos como 18 mil pesos semanales- con esos recursos mis hijos estudiaron en Estados Unidos. Mi hijo terminó su carrera de abogado y mi hija estudió enfermería”.

“Ahora veo la situación difícil, quisiera trabajar en algo pero ya tengo 50 años; ya no es fácil encontrar trabajo”.

Luis Eduardo Solís originario de la Ciudad de Tampico, quien trabajaba en California en la industria de la construcción, narra: “regrese en mayo de este año por deportación. Cuando estaba tramitando mi licencia de manejo, migración tomó mis datos y fueron por mí a mi trabajo. Allá se quedaron mis hijas, en Santa California. Ganaba 25 dólares por hora. Estuve casi 20 años. A la semana ganaba 800 dólares”.

Explica que utilizó ese dinero para “darles una buena educación a mis hijos, escuelas de paga y todo eso. Mi hija mayor está en la universidad, los demás están en prepa -en la high school-. No ahorré dinero, pero tengo una casa y otras propiedades. Mis hijas están en California, son ciudadanas norteamericanas”

“Ahorita estoy trabajando también en construcción, en la explanada nueva que están haciendo en el mercado de Cuernavaca, y veo que hay mucho trabajo en esa rama, tanto en México como en Estados Unidos; lo único que cambia es el dinero y la moneda. Aquí gano tres mil pesos a la semana, y aunque pienso que no me voy a quedar toda la vida aquí, lo aprovecho”.

Dice Juan Lozano, otro de los migrantes: “vine de Florida donde trabajaba por la mañana como técnico de irrigación; estábamos encargados de instalar, reparar, dar seguimiento a todos los sistemas de riego incluidas las bombas sumergibles, y todo lo relacionado con los sistemas de riego comerciales y residenciales. Por la noche trabajaba de cocinero en un restaurante italiano”.

“A mí no me deportaron, yo tuve algunos problemas con familiares y decidí venir. Estuve por allá 12 años. Me fui con el fin de tener solvencia económica para brindar mejor educación para mis hijos, porque la gente que tiene buenos empleos es precisamente porque se educaron, se prepararon, nosotros no tuvimos la oportunidad y por eso queremos que nuestros hijos la tengan. Soy del DF, de la delegación Gustavo A. Madero. Antes era taxista, unos vecinos que se fueron y progresaron, me invitaron a irme; en esos años financie la educación de mis hijas y construí la casa familiar”.