Sábado, 16 de septiembre de 2017  | Carmen Luna

CIUDAD DE MÉXICO (Expansión) –

Las barreras físicas, ríos, desiertos o un clima extremo son insuficientes para detener a un migrante en su búsqueda de una vida mejor, como lo han demostrado los centromericanos.

Los problemas de violencia y bajo desarrollo económico que viven Guatemala, Honduras y El Salvador, el ‘Triángulo Norte de Centroamérica’ (TNCA), no sólo deben preocupar a esos países, sino también a México y Estados Unidos, que ahora se enfrentan en la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

La creciente migración de centroamericanos a Estados Unidos y su paso por México representan retos más allá de las deportaciones. Si América del Norte continúa sin asistir estructuralmente a los países del TNCA, Estados Unidos y México enfrentarán mayores flujos de migración y violencia.

Desde mediados del siglo XX, la población del TNCA ha sido azotada por guerras civiles, golpes de Estado y la violencia de las pandillas, como las maras, lo que empuja a emigrar a sus ciudadanos

México ha jugado un papel clave para Estados Unidos al detener y deportar a centroamericanos que quieren cruzar a ese país. Entre 2015 y 2016 deportó a 324,675 migrantes del TNCA.

“México está en su derecho de controlar la frontera sur, pero el flujo de centroamericanos obedece a la misma razón que, por décadas, obligó a mexicanos a ir a Estados Unidos: buscar una mejor oportunidad de vida”, dice Gustavo Mohar, otrora subsecretario de Migración de México.

En 2015, el número de centroamericanos en Estados Unidos era de 3.4 millones, en 2006 eran 2.6 millones. Pero el presidente estadounidense, Donald Trump, manda señales confusas sobre la forma de ayudar a esos países.

En junio pasado, Estados Unidos fue el anfitrión de la ‘Conferencia sobre Prosperidad y Seguridad en Centroamérica’, a la que asistieron funcionarios del más alto nivel, no sólo de América, sino de la Unión Europea, Canadá, el FMI, el Banco Mundial, entre otros, para discutir acciones que promuevan el desarrollo de los habitantes de la región. Pero en su proyecto de presupuesto para 2018, Trump propone reducir en 30% la asistencia para el TNCA.

Para México, no coadyuvar a resolver la crisis de sus vecinos implicará una mayor inseguridad. En su paso por México, los migrantes son víctimas del crimen organizado, que ya los ve como un negocio para extorsionarlos, secuestrarlos o reclutarlos. “Los delincuentes que operan contra ellos son una amenaza para la seguridad de la zona en la que transitan”, dice Mohar, quien también fuera jefe del Cisen.

Y aunque, para la mayoría, el objetivo es llegar a Estados Unidos, varios tratan de quedarse en México. En 2016, 8,051 ciudadanos del TNCA hicieron una petición de asilo, en 2015 fueron 3,138.

“México debe reconocer que muchos de ellos salen de su país por la violencia y la respuesta es tener leyes de protección y refugio”, dice Claudia Masferrer, investigadora de El Colegio de México.

La problemática requiere una visión estratégica de largo plazo, en la que México y Estados Unidos, de la mano de otros países, canalicen recursos para darle viabilidad económica y social a América Central. Eso, a su vez, generará que, gradualmente, la presión de expulsar a su gente disminuya y haya fronteras más seguras.