Associated Press | Lunes 25 Septiembre 2017 |

Las Vegas – Cuando Luis Ramírez pudo por fin comunicase con su madre en México tras el poderoso terremoto del martes, supo que la casa donde ella vivía resultó tan dañada que tendrán que demolerla.

Ramírez sopesó tomar un avión desde Nueva York para ayudarle a encontrar una nueva casa, pero era demasiado arriesgado ahora que un programa estadounidense que lo protegía de la deportación está a punto de ser cancelado. Trató de enviar algo de dinero, pero la oficina de transferencias a la que llegan sus transferencias cerró porque se dañó tras el terremoto de magnitud 7.1 grados que azotó su natal estado de Morelos el 19 de septiembre.

«La situación me come vivo porque no puedes hacer nada», comentó.

El terremoto que dejó unas 300 personas muertas y destruyó decenas de edificios en México desató una respuesta frenética entre las comunidades de migrantes en todo Estados Unidos, donde la gente trató de contactar a sus seres queridos, hallar formas de enviar ayuda, dinero y bienes de emergencia, así como recaudar fondos para localidades más pequeñas alrededor de la capital mexicana y que, dicen ellos, están recibiendo menos apoyo del gobierno.

Los inmigrantes que viven sin permiso en Estados Unidos desearían poder viajar para ayudar a sus familiares a lidiar con la tragedia, pero temen que no los dejen regresar.

«El día que sucedió, las personas estaban desesperadas porque no podían contactarse con sus familiares. Las líneas estaban saturadas. En ese momento no podrían pensar otras formas de poder comunicarse», dijo Ana Flores, quien encabeza una oficina representativa del estado de Puebla en Passaic, Nueva Jersey. «Cambiamos de sentimientos de nerviosismo y angustia ahora a la solidaridad y el apoyo».

Septiembre, que tradicionalmente es el mes de la patria porque es cuando México celebra el Día de la Independencia, trajo un golpe tras otro. El mes comenzó con las consecuencias del huracán Harvey en Houston, la tercera localidad de Estados Unidos donde viven más mexicanos.

El 5 de septiembre, el presidente Donald Trump anunció su decisión de acabar con el programa Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA por sus siglas en inglés), que brinda protección temporal de la deportación y da permisos de trabajo a jóvenes migrantes que llegaron de niños a Estados Unidos, ya sea porque sus padres entraron sin permiso al país o porque se quedaron una vez que expiraron sus visas.

La mayoría de los 800 mil beneficiados del DACA son mexicanos. El 7 de septiembre otro sismo de magnitud 8.2 grados remeció la costa sur de México dejando al menos 90 muertos y decenas de viviendas colapsadas en estados del sur, como Oaxaca.

El terremoto del 19 de septiembre tiene a los mexicanos que viven en Estados Unidos pegados a sus televisores tratando de tener noticias de sus pueblos para ayudar a sus familias.

Mónica Domínguez, quien vive en Huntington Beach, California, ha estado telefoneando a amigos de la infancia que ahora trabajan en Protección Civil de México tratando de persuadirlos para que retiren los escombros que quedaron en casa de sus abuelos en Yautepec, Morelos, a las afueras de la capital mexicana. La vieja casa donde ella vivía cuando tenía 5 años se colapsó cuando se quebraron las vigas de madera, dejándola en ruinas.

«Nada más alcanzaron a sacar sus sillones. Se fueron a dormir en la parte de atrás en una como bodega. Tienen electricidad pero se están quedando sin comida», dijo. «Hay muchas familias que están sufriendo lo mismo».

En Las Vegas, Luis Ramón Corona Rizo está ayudando a recaudar fondos con amigos y está lavando autos para juntar dinero y enviarlo a casa. Corona dice que sus padres y su hermana sobrevivieron y le ofrecieron usar el dinero que mande para comprar medicinas y llevarlas a un centro de acopio.

«Mucha gente no confía en el gobierno, por eso voy a mandar el dinero a mi oficina», comenta.

Una cadena de tiendas en Las Vegas que se enfoca en productos para la comunidad hispana del área también planeaba organizar una colecta de fondos este fin de semana. En uno de sus locales tendrá bandas locales y venderá tacos y lo recaudado será para la Cruz Roja Mexicana.

En Miami, un grupo está organizando eventos artísticos familiares y enviará el dinero de las ganancias a una de las organizaciones que usan el nombre «Topos», que surgieron luego del sismo de 1985 donde murieron miles de personas en México. En San Diego, las cámaras de comercio en las zonas fronterizas de San Ysidro y Mesa de Otay hicieron acopio de bienes y los llevaron hasta Ciudad de México en un avión privado. La aduana mexicana eliminó los aranceles.

«Muchos de nuestros empleados tienen familiares y amigos que se vieron afectados por el sismo», dijo Rubén Anaya, encargado de operaciones de Mariana’s Supermarkets en Las Vegas. «Es nuestro deber como seres humanos ayudar cuando tragedias como esta pasan en México. Muchos de los videos que hemos visto son horribles».

El terremoto sucedió al mismo tiempo que el huracán María devastaba Puerto Rico y los migrantes mexicanos también están uniendo esfuerzos en lugares como la ciudad de Nueva York para ayudar a puertorriqueños.

Las cadenas Univision y Telemundo están produciendo programas especiales este fin de semana con actores, cantantes y presentadores de noticias para ayudar a recaudar fondos para los afectados por los sismos en México y los huracanes Harvey, Irma y Maria en Texas, Florida y Puerto Rico.

Para inmigrantes como Ramírez, enviar dinero es una carrera contra el tiempo. Su madre está confinada en un cuarto en su propiedad que _a diferencia de su casa_ las autoridades no han declarado inhabitable. Debido a su estado delicado de salud, le es imposible ir a formarse para esperar ayuda y él le está enviando dinero de sus ahorros para que su mamá pueda comprar comida y suministros en una tienda y encuentre un nuevo lugar para vivir, pero no ha sido fácil.

«Se formó cinco horas junto con otras personas esperando sus transferencias de dinero, solo para que le dijeran que el dinero no llegaría», dijo Ramírez. «Se regresó a la casa llorando y con las manos vacías».