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Miles de migrantes centroamericanos reanudaron el miércoles su marcha a Estados Unidos y partieron antes del amanecer con el objetivo de recorrer otros 75 kilómetros de los más de 1,600 que aún les quedan para alcanzar su destino.

El agotamiento de cinco días de caminata en el extremo sur de México, después de siete días en Honduras y Guatemala, estaba comenzando a mostrar sus efectos: las autoridades mexicanas informaron el miércoles que unos 500 migrantes aceptaron una oferta para regresar a sus países en autobús. Muchos estaban enfermos o agotados, especialmente los niños.

Sin embargo, el tamaño de la caravana -que las Naciones Unidas estima está integrada por más de 7,000 personas- no parecía haber mermado cuando la multitud partió en la oscuridad de la madrugada ocasionalmente iluminada por linternas o los focos de la policía municipal que la escoltaba.

La hondureña Rosa Duvon de Cofradía Cortés empujaba por un camino lleno de baches un cochecito de bebé en el que iban dos pequeños varones ambos llamados Daniel -su hijo y su sobrino- a las cinco de la mañana.

«Esta cosa va a morir», dijo sobre el carrito mientras señalaba una rueda trasera tambaleante. Aun así, se comprometió a seguir adelante.

En peor estado estaba María del Carmen Mejía de Copán, Honduras, que iba sudando abundantemente. En un brazo llevaba a Britany Sofía Alvarado, de 3 años, mientras con la otra mano tomaba a Miralia Alejandra Alvarado, de 7 años, quien también estaba sudada y con fiebre.

Miralia «está malita, con fiebre. A ver si nos dan un jale (aventón) más adelante. Yo voy rendida ya «. Pero ella también se comprometió a continuar la marcha. «Ya caminé bastante, ya no quiero regresar. Yo quiero un mejor futuro para mis hijos».

Si bien el gobierno de México ha desanimado al grupo y ha dado lugar a las amenazas de recortes de los fondos que reciben los países centroamericanos lanzadas por el presidente estadounidense Donald Trump, los migrantes han recibido una gran cantidad de ayuda de la población local a medida que pasa la caravana.

Los vecinos los han provisto de comida y los conductores se han detenido para permitirles subirse a automóviles, camionetas e incluso camiones y así ayudarlos a avanzar en el camino.

Estas caravanas de migrantes -aunque en menor escala- han tenido lugar regularmente en los últimos años. Pero esta vez Trump se ha aprovechado del fenómeno y lo ha convertido en un llamamiento a su base republicana antes de las elecciones de medio término del 6 de noviembre.

Trump culpó a los demócratas por las leyes de inmigración “débiles” y afirmó, sin pruebas, que pandilleros de la MS-13 y desconocidos de Medio Oriente se esconden entre los migrantes.

Trump reconoció más tarde que no había «ninguna prueba» de que habitantes de Medio Oriente estuvieran entre la multitud, pero el miércoles advirtió en Twitter que «tenemos fronteras fuertes y nunca aceptaremos que personas ingresen ilegalmente a nuestro país».

La caravana ha avanzado aproximadamente 75 kilómetros desde que cruzó la frontera con Guatemala y los migrantes esperan recorrer el miércoles la misma distancia hasta la ciudad de Mapastepec.

Incluso si finalmente llegaran a su objetivo, muchos tienen pocas probabilidades de calificar para solicitar asilo: Estados Unidos no considera que huir de la pobreza o la violencia sean un factor para calificar para el pedido.

Casi 1,700 integrantes de la caravana ya han abandonado la marcha y solicitado asilo en México y cientos más han decidido regresar. La cifra de migrantes podría reducirse aún más a medida que las personas decidan permanecer en México o marchar por su cuenta.