LATINOAMÉRICA |8 DE JUNIO DE 2020|FUENTE: EL UNIVERSAL| FOTO: ARCHIVO

A pesar de que viven a cientos de kilómetros de distancia, la afrocolombiana Francia Márquez, el maya guatemalteco Almicar Pop, la mapuche chilena Monica Pilquil Lizama y la miskita nicaragüense Lottie Cunningham sufran a diario la discriminación racial.

Aunque ellos no se conocen, comparten su situación, que por siglos han sufrido sin importar edad ni sexo, y que han sido victimas de este problema que nunca se detiene y se profundiza en América Latina y el Caribe.

Pisoteo

«Nos insultan y nos pisotean», expresa Márquez sobre el racismo en Colombia. Con 42,2 millones de habitantes, de los cuales el 49%  por mestizos, 37% blancos, 10,6 negros, y 3,4 de indígenas y otras minerías.

  Es un estado racial, que se dificulta que el pueblo negro viva con dignidad, se ha avanzado en reconocimiento facial de nuestros derechos, pero no en practica.La población indígena y negra vive con necesidades básicas insatisfechas en todo el país.

 Agresiones por usar sandalias 

Almicar, retoca las humillaciones que sufrió al llegar a la capital guatemalteca a estudiar y laborar: «el desprecio que viví por usar mis sandalias, siendo trabajador de tribunales del organismo judicial, fue muy constante y fuerte hasta que deje de usarlas»

«En cualquier escenario, los indígenas, sufrimos des acreditaciones e inferioridad «, describe el hombre, quien logro ser diputado y ahora es delegado en su país ante el parlamento centroamericano.

Sacudida

Con unos cinco años, Monica Pilquil se percato de un drástico cambio cuando, en la década 1950 en un barrio de la capital chilena y en un problema con unas vecinos que calificaron a sus familiares de «indios», » me dio vuelta mi mundo aun siendo pequeña»

 «Los vecinos decían  que mi familia era distinta. Yo pensaba que tenia derecho a seguir jugando, con los hijos de los vecinos y siempre estaba pensando,que era ser indio y no veía diferencia» recalca.

«Cuando entre a la primaria, con tan solo seis años me tope con dos maestras racistas, pero nunca respondí a sus agregaciones ni conté en casa  lo que vivía en el colegio», me miraba al espejo, me veía mas grande y no me sentía diferente a las maestras, al contrario  comenzó a crecer mi orgullo» , señala la mujer de ahora 66 años.

Superioridad

Al mencionar que el racismo en Nicaragua es » a diario» Cunningham de 60 años, expone que es una idea institucionalizada, con la que el Estado » da poderes a determinados grupos por considerarles que son una cultura superior». Es la forma jerárquica que la colonización externa dejo y la interna continuo».

«El racismo es cultural, y la mas dominante es estructural, de la social a lo político, y niega la garantía al desarrollo sostenible y los derechos humanos a los miskitos, como la autonomía en nuestros territorios, que se nos han despojado», dice.

Y denuncia «hay un prejuicio por la conciencia de color».

 

 

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