29 DE JUNIO DEL 2020| FOTO: ARCHIVO
POR: INFOBAE
Las costas de Europa se dibujan en el horizonte. Con los ojos clavados en estas formas difusas, los migrantes rescatados en el Mediterráneo por el «Ocean Viking», que se encuentra entre Malta e Italia, sueñan con un futuro mejor después de su trágico periplo.
Los 118 migrantes que estaban en dos embarcaciones de madera que el barco humanitario rescató el jueves comparten este mismo sueño, aunque a veces por razones totalmente diferentes.
Sólo mencionando Libia, Hafiz, un eritreo de 30 años, esconde su cabeza entre sus manos, como para evitar los golpes. «Todo lo que quiero es salvar mi vida. Si me quedaba en Libia, habrían acabado matándome. En este mar, también habría podido morir, pero al menos tenía una ínfima posibilidad de salvarme», explica a la AFP en el barco.
En cuatro años, fue torturado, secuestrado, golpeado… Amigos suyos fueron asesinados delante suyo por un móvil. Estuvo tres años en la cárcel «por nada, sin ver la luz del día».
«Al cabo de tres años, un carcelero me preguntó qué hacía ahí. Yo respondí que eran ellos los que me lo tenían que decir. Como nadie halló la respuesta, terminaron por dejarme ir. Y pude decir a mi familia que estaba vivo», recuerda Hafiz.
Vaya donde vaya en Europa –le da igual el país– sólo quiere «un sitio seguro, donde no puedan matarme», afirma.
Mohammad Tareeq Saleem, un paquistaní de 40 años, «sobrevivió» siete años en Libia, donde trabajaba en una tienda de comestibles. Aguantó secuestros y agresiones, como esa puñalada en la pierna justo antes de lanzarse al mar, para poder enviar dinero a su mujer y sus seis hijos, que viven en Lahore.
– «¡Déjennos entrar!» –
«No estoy aquí para aprovechar de la vida. Mi misión es trabajar y ganar dinero para alimentar a mi familia», explica, con su barba grisácea.
Europa, Aymane ya la conoce. Este marroquí de 24 años ya estuvo en Francia, durante tres años, hasta el 2019.
Volvió a Marruecos tras la muerte de su padre, y constató que «no hay nada para la juventud» en su país. «Trabajas mucho y no ganas casi nada», dice. Por eso intenta volver a Francia, donde espera «ganarse mejor la vida».
Esta idea ni siquiera le pasó por la cabeza a Mervis. Única mujer entre los 118 migrantes a bordo, esta camerunesa de 24 años no se lanzó en esta peligrosa andanza por ella sino por el hijo que espera. Está embaraza de cinco meses y, con marido ghanés, también a bordo, sólo buscan «un lugar donde el niño no sufra».
Mervis resume su año pasado en Libia: violaciones, secuestros, cárcel y golpes. Muestra la pierna que sus carceleros libios rompieron «sólo para torturarla».
La pareja espera que el niño nazca en Alemana, un lugar seguro para empezar de cero.
Desde el domingo, el «Ocean Viking» está a la espera de que Italia o Malta le atribuya un puerto para desembarcar.
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