LÍBANO| 3 DE JUNLIO DEL 2020| FOTO: ARCHIVO

POR:VIVIAN YEE 
y TIKSA NEGERI 

Rebeldes yemeníes irrumpieron en el asentamiento de Al Ghar en la mañana, disparando sus ametralladoras a los migrantes etíopes atrapados en medio de una guerra que no era de ellos.

Les gritaron a los migrantes: tomen su coronavirus y salgan del país, o enfrenten la muerte.
“El sonido de las balas era como un trueno que no paraba”, dijo Kedir Jenni, de 30 años, un mozo etíope que huyó de Al Ghar, cerca de la frontera saudita en el norte de Yemen, esa mañana de principios de abril. “Les disparan a hombres y mujeres a tu lado, los ves morir y sigues adelante”.

Esta escena y otras fueron contadas en entrevistas telefónicas con media docena de migrantes que ahora se hallan en cárceles sauditas. Sus relatos no pudieron ser verificados de manera independiente, pero grupos de derechos humanos han corroborado episodios similares.

Los hutíes, la milicia respaldada por Irán que controla la mayor parte del norte de Yemen, han expulsado a miles de migrantes de su territorio a punta de pistola en los últimos tres meses, culpándolos de propagar el coronavirus. Otros fueron obligados a ir a la frontera con Arabia Saudita, el principal enemigo de los hutíes, sólo para que guardias fronterizos sauditas les dispararan y los detuvieran. Cinco años de guerra entre los hutíes y la coalición liderada por los sauditas que apoya al Gobierno de Yemen han saqueado el País.

Las Naciones Unidas informa que cada año, más de 100 mil africanos orientales abordan botes de traficantes para cruzar el Mar Rojo o el Golfo de Adén hacia Yemen, con la esperanza de llegar al norte para ayudar a sus familias con trabajos como empleados domésticos, pastores de animales o jornaleros en los países ricos del Golfo cuyas economías dependen de los migrantes.

Desde que se cerraron las fronteras durante la pandemia, el flujo de migrantes a Yemen casi se ha evaporado, desplomándose de 18.904 en mayo del 2019 a 1195 en mayo de este año, de acuerdo con la ONU.

Autoridades de ambos bandos de la guerra desde hace mucho tiempo han encontrado que es fácil estigmatizar a los migrantes africanos como portadores de enfermedades: primero el cólera, ahora el coronavirus. La primera persona que los hutíes confirmaron que había muerto por coronavirus en Yemen, a principios de mayo, era un hombre somalí.

Los hutíes han hecho poco para frenar el coronavirus, negando reportes de muertes masivas en su territorio. En cambio, funcionarios humanitarios, funcionarios locales y habitantes dicen que los hutíes lo han usado como una excusa para expulsar a los migrantes no deseados, en su mayoría etíopes.

En un momento de abril, estiman funcionarios humanitarios, los hutíes dejaron a más de 20 mil migrantes —en su mayoría etíopes, muchos de ellos mujeres— varados a lo largo de la frontera con Arabia Saudita. Se cree que alrededor de 7 mil están allí ahora. Hay poca comida, agua o ayuda. Se desconoce el número de muertos.

Arabia Saudita ha deportado a unos 300 mil etíopes en los últimos dos años por encontrarse ilegalmente en el Reino, señalan funcionarios humanitarios.

Pero para los migrantes, ir a casa significa darse por vencidos.

“Le prometí a mis seis hermanos y hermanas menores que iría a Arabia Saudita para encontrar un trabajo y enviarlos a la escuela”, dijo Jenni, el mesero. “Pero sólo resultó ser un sueño alocado

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