AFP – – 27/01/2018
Pocas personas conocen la puerta «N» del aeropuerto de Ciudad de México. En esa salida silenciosa, aparecen al mediodía las miradas perdidas de los migrantes mexicanos que deporta Estados Unidos tres veces por semana. Adán Jácome está ahí para recibirlos.
Ellos están detrás de «Deportados Brand», una pequeña empresa que produce camisetas que venden en México y en Estados Unidos. Con ese dinero buscan ayudar a los deportados que llegan al país a empezar de cero. El grupo también se encarga de ayudar a los recién llegados a reunificarse con sus familias.
Adán es una mano amiga, pues muchos migrantes llegan a un país que prácticamente desconocen y deben encontrar un trabajo rápidamente, aunque cargan con el estigma de haber sido deportados.
Al volver «te cierran las puertas, porque piensan: ‘seguro mató, robó o (estaba en) drogas'», dice a la AFP Jácome, deportado a México tras haber vivido 16 años en Las Vegas.
«Deportados Brand», que hoy manda mensajes en las camisetas como «Fuck Trump» o «Todos somos puerta ‘N'», nació casi por casualidad a finales de 2016, cuando México ya veía de cerca la presidencia del estadounidense Donald Trump.
Antes de fabricar las camisetas, el grupo de cinco integrantes vendía dulces típicos en la calle ante las dificultades para encontrar empleo. Un día decidieron hacerse camisetas en las que se leía «Deportados Brand» para que la gente los identificara. El primer día que las usaron fue el 20 de enero de 2017, cuando Trump llegó a la Casa Blanca.
«A la gente le gustó» la camiseta, dice Gustavo Lavariega, otro miembro del grupo que fue deportado tras vivir 17 años en el estado de Washington, en donde dejó cuatro hijas.
Unos meses después, con el deseo de plasmar en esas prendas cómo se sentían, ya estaban en un taller de serigrafía para fabricarlas en serie y ganar dinero.
«En shock»
El sentimiento de incertidumbre es prácticamente el mismo entre quienes llegan deportados al aeropuerto de la capital mexicana.
Junto con Adán, quien les presta un teléfono celular y les ofrece alojamiento en el taller de serigrafía, los recibe una pequeña comitiva de funcionarios de la alcaldía que les presenta un seguro de desempleo y otra organización que les da una pequeña maleta verde para guardar sus cosas, que sustituye al costal con el que llegan desde Estados Unidos.
Aunque algunos esbozan una sonrisa nerviosa, miran con extrañeza el aeropuerto capitalino, como si hubieran llegado a otro planeta.
«Es un proceso muy duro de asimilar. Primero llega uno a México y dice ‘no lo creo, ¿por qué me deportaron? No quería regresar, tenía un trabajo muy bien pagado, y ese es el enojo», dice Lavariega, de 42 años.
Ana Laura López, también de 42 años y uno de los rostros más visibles de la empresa, tuvo un sentimiento similar al ser deportada desde Chicago, donde vivió casi 16 años y en donde dejó dos hijos.
Cuando se dirigía al aeropuerto para arreglar sus papeles en México con la intención de volver a Estados Unidos con una visa de trabajo, fue interceptada por migración. Le prohibieron volver a Estados Unidos en 20 años.
Para ella,»todo cambió» al llegar a México.
«Me acababan de arrebatar la única oportunidad que tenía, cuando yo no era una delincuente, cuando me he dedicado a trabajar. Estuve en shock varios días», cuenta López.
Sin embargo, ya con la empresa en marcha y ganando adeptos en Facebook, el tono de su voz cambia al recordar los diseños que más hablan de su sentimiento actual.
«Chingona (capaz) aquí y allá», dice al referirse a uno de los diseños que está representado como el logotipo de los Cubs de Chicago, equipo de béisbol de su anterior ciudad.
Pocas esperanzas de volver
Pese a que la empresa marcha sobre ruedas, sus miembros ven cada vez más difícil volver a sus hogares en Estados Unidos al cumplirse poco más de un año de la presidencia Trump, que ha asumido una postura más dura con los migrantes.
«Es un año que se han ido más abajo nuestras esperanzas de regresar a casa», dice Ana Laura durante una protesta frente a la embajada estadounidense en México, en la que expusieron los costales con los que los migrantes son devueltos a México.
«Cada costal tiene una historia, es un sueño truncado, una familia separada», concluye.