MÉXICO|30 DE ABRIL DEL 2020|FOTO:ARCHIVO

POR: CLAUDIA RUIZ

Resulta muy preocupante que, en el debate cotidiano sobre las crisis sanitaria y económica por el COVID-19, le dediquemos tan poca atención a cómo éstas afectan a migrantes y refugiados, una de las poblaciones más vulnerables. México, como país de origen, tránsito y destino migratorio, tiene el imperativo estratégico y ético de poner el tema en la agenda nacional e internacional. En el mundo hay más de 272 millones de personas que viven en un país distinto al de su nacimiento; esto significa que uno de cada 30 seres humanos enfrentará esta pandemia en condiciones particularmente complejas, sobre todo, en el caso de los migrantes irregulares, quienes normalmente no tienen acceso a servicios de salud y ayuda económica, o bien no los usan por temor a ser deportados.

En EU, que hoy es el foco principal de la pandemia, se estima que de los 12 millones de migrantes irregulares que viven en ese país, al menos 5 millones son mexicanos. En México, además del millón de extranjeros que reside legalmente, se calcula que hasta 450 mil personas ingresan anualmente de manera irregular. Este tema nos debe importar.

Otro grupo prácticamente ignorado son los 26 millones de refugiados que hay alrededor del mundo: mujeres, hombres, niños y ancianos desplazados, muchas veces confinados en campamentos y sin las condiciones adecuadas para contener un brote epidémico.

Esta pandemia está demostrando el valor de los migrantes en los países receptores. En EU, por ejemplo, 17% del personal de Salud, que hoy combate la crisis, son migrantes. Tras recuperarse de COVID19, el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, hizo un reconocimiento a las enfermeras y enfermeros que lo cuidaron, destacando que son de origen migrante.

Estas historias de las aportaciones que los migrantes hacen a sus comunidades de origen y destino, y que se repiten en todo el mundo, deben ser una respuesta contundente al discurso xenófobo.

México tiene la oportunidad, y en gran medida la obligación, de encabezar la defensa de las poblaciones migrantes, refugiadas y desplazadas. Más aún, debe impulsar políticas y medidas decididas para atender a esta población durante la pandemia.