Por y

TORNILLO, Texas — En un tramo árido de desierto cerca de la frontera, el comandante de incidentes entró al remolque del Puesto de Mando de Incidentes.

En la esquina había radioteléfonos cargándose. En los televisores y los monitores de las computadoras se veían videos de cámaras de seguridad y modelos de pronóstico del tiempo. El centro del 911, en un remolque cercano, estaba en silencio, al igual que las ambulancias y los camiones de bomberos.

El Refugio Alpha y el Refugio Echo tampoco tenían problema alguno. El equipo de expertos en emergencias del comandante —veteranos del huracán Harvey, el bombardeo en la ciudad de Oklahoma y otros desastres en todo el país y el extranjero— estaban ocupados gestionando el equivalente a una ciudad improvisada que vale varios millones de dólares en el desierto del oeste de Texas.

¿La emergencia? Dar refugio y atención a los adolescentes inmigrantes sin documentos.

El campamento que opera el gobierno federal en la estación fronteriza de Tornillo, casi 56 kilómetros al sureste de El Paso en la frontera con México, se construyó en junio como un hogar temporal para cientos de niños migrantes. Cuatro meses más tarde se ha expandido velozmente y su tamaño casi se ha cuatriplicado.

La creación y la expansión del campamento de Tornillo muestran el grado al que el gobierno de Trump ha llevado un enfoque militar orientado a los desastres para abordar el cuidado y el alojamiento de jóvenes migrantes. El contratista seleccionado por el gobierno ha ayudado a los trabajadores de emergencias en desastres naturales y provocados en todo el mundo.

Los niños que se encuentran en los dormitorios Alpha 1, 2 y 3 comen sus bocadillos de las 14:30 a las 16:15, y van a dormir alrededor de las 22:30.

El comandante de incidentes, vestido con pantalones cargo y una gorra de béisbol, dijo que el operativo en Tornillo se estaba manejando “como se hace con cualquier respuesta a una emergencia, no hay diferencia”.

El campamento ha estado abierto durante 120 días, mucho más tiempo que muchos refugios similares durante el gobierno de Obama. Su longevidad —así como su tamaño, su costo y el enfoque del campamento en el cuidado de adolescentes que escapan de la pobreza y la violencia— ha sido blanco de ataques por parte de defensores de los inmigrantes, legisladores demócratas y otros sectores.

En parte para responder a las críticas, los funcionarios federales llevaron a los reporteros a hacer un recorrido de casi dos horas el viernes 12 de octubre.

Dentro de una carpa vacía para niños llamada Alpha 11, el color café pálido y las filas de literas con camas cuidadosamente tendidas daba la apariencia de un cuartel militar. Las pertenencias de los niños estaban guardadas en contenedores de plástico debajo de las camas, similares a los baúles de los miembros del ejército.

Sin embargo, había objetos que recordaban quiénes viven ahí, pues todas las literas estaban decoradas con calabazas de papel para festejar Halloween. Un niño dormía con dos dibujos sobre la cabeza: el logotipo del Barcelona F. C.  y la bandera blanca y azul de Guatemala. Había imágenes de Jesucristo y rompecabezas terminados en las paredes.

El campamento es un operativo a gran escala en el área de una estación fronteriza, en una región aislada, lejos de la autopista Interestatal 10. A la distancia solo se ven líneas eléctricas, torres de telefonía celular y montañas.

El centro cercado da la impresión de ser algo permanente, con pasto artificial en los campos de fútbol, piso bajo las carpas y generadores para alimentar los calentadores y el aire acondicionado. Había pararrayos, duchas privadas y una clínica de salud con todos los servicios. Tenía su propio meteorólogo y su propio sistema de emergencias 911. Había misa el domingo y tres comidas al día con dos colaciones.

Cerca de 1500 adolescentes sin documentos de entre 13 y 17 años viven en las carpas. La mayoría de ellos venía de refugios tradicionales que desbordaban de gente. Casi el 80 por ciento eran varones. La duración promedio de las estancias era de veinticinco días. Los funcionarios dijeron que ninguno de los niños y niñas que están actualmente en el refugio fueron separados de un adulto en la frontera como parte de la controvertida política de separación de familias del gobierno de Trump, ahora anulada.

Este verano, el refugio para jóvenes migrantes más grande había sido el de Brownsville, Texas, en un antiguo supermercado Walmart Supercenter. No obstante, solo tiene capacidad para 1401 personas, por lo que ahora el más grande es el de Tornillo.

El contratista, una red global de organizaciones sin fines de lucro conocida como BCFS, ha recibido por lo menos 179 millones de dólares en contratos federales en años recientes como parte del llamado programa para menores sin documentos no acompañados. La red encabezó refugios de emergencia similares durante el gobierno de Obama, entre ellos los de la Base de la Fuerza Aérea de Lackland en San Antonio durante 2012 y 2014.

El número de niños migrantes detenidos ha aumentado drásticamente desde el verano: hasta el 2 de octubre sumaban 13.280, de acuerdo con datos federales.

El campamento fue anunciado por primera vez el 14 de junio con una capacidad para albergar a 360 adolescentes durante treinta días. Los funcionarios federales lo han expandido rápidamente desde entonces y ahora tiene capacidad para refugiar a un total de 3800 jóvenes. Cerca de 1400 camas se han mantenido abiertas en caso de que haya evacuaciones debido a huracanes en los refugios de Florida.

Como el refugio se encuentra en propiedad federal, no está autorizado por agentes de bienestar infantil de Texas y no tiene que adherirse a las mismas regulaciones que otros refugios tradicionales para jóvenes migrantes deben seguir con el fin de conservar su autorización estatal. El comandante de incidentes señaló que superaban los estándares mínimos estatales para centros de cuidado infantil en varias zonas.

Los agentes federales no usan la frase “campamento” para describir al refugio. Además, a las carpas les dicen “instalaciones blandas” o “estructuras semipermanentes”.

Los funcionarios del Departamento de Salud y Servicios Humanos, que supervisa el cuidado de jóvenes migrantes a través de su Oficina de Reasentamiento de Refugiados, señalaron que había un flujo de niños no acompañados que atravesaban la frontera como efecto de la política de tolerancia cero del gobierno de Trump y el endurecimiento del proceso de evaluación para los posibles patrocinadores de los menores.

Los datos mensuales publicados por la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza muestran que el número de cruces fronterizos en 2018 es aproximadamente igual al promedio de los últimos cinco años.

La mayoría de los niños en Tornillo están esperando los resultados de las verificaciones del FBI sobre sus posibles patrocinadores. Los niños no pueden ser entregados a los patrocinadores hasta que se completen las evaluaciones de huellas dactilares y antecedentes criminales.

En efecto, estos requisitos incoporados recientemente, como la necesidad de que los patrocinadores proporcionen sus huellas dactilares y las de los demás adultos que vivan en sus hogares, han retrasado incluso las solicitudes de patrocinio más transparentes, como las que presentan los padres. Las autoridades migratorias también han comenzado a usar las huellas digitales para arrestar a quienes solicitan ser patrocinadores —la mayoría son también inmigrantes sin documentos—, lo cual ha desalentado a algunos posibles patrocinadores a presentar su solicitud.

Robert Carey, quien durante el gobierno del presidente Barack Obama dirigió la Oficina de Reasentamiento de Refugiados, dijo que los retrasos no deberían sorprender. “Ya sean accidentales o a propósito, el hecho de que menos patrocinadores se presenten es una consecuencia predecible de arrestar a patrocinadores que sí lo hacen, y los niños quedarán bajo el cuidado de las autoridades durante periodos más largos”, comentó.

Mark Weber, portavoz del Departamento de Salud y Servicios Humanos, dijo el viernes que los patrocinadores siguen presentándose y que la agencia no había notado ninguna disminución considerable en el número de personas dispuestas a someterse al proceso.

En cuanto a cómo se decide a quién enviar al campamento, el gobierno señaló que solo enviaría ahí a niños de 13 años o más, así como a los que están a punto de ser entregados a sus patrocinadores, con el fin de que pasen ahí el menor tiempo posible.

“Esta es una última parada, por así decirlo”, comentó Weber sobre Tornillo.

Este viernes era difícil saber quiénes superaban en número a quiénes en el refugio, si el personal o los niños. Entre los 1500 miembros del personal se encontraban trabajadores sociales, peluqueros, personal médico, consejeros de salud mental y bomberos. El viernes estaban en todas partes portando sus chalecos amarillos al estilo de los trabajadores de emergencias, con escobas en mano y revisando camiones de bomberos. Cuando un grupo de niños se dirigió hacia los baños, los trabajadores los escoltaron.

Dentro de Echo Shelter, una enorme carpa para niñas reforzada con acero, unas adolescentes que llevaban gruesas chaquetas de invierno se formaban para salir. En una clase de matemáticas en una sala parecida a una cafetería, las niñas se sentaban en las mesas con libros de ejercicios mientras un profesor explicaba la pregunta proyectada en el muro: “¿Qué es una ecuación?”.

Albergar a los niños en Tornillo cuesta casi tres veces lo que se gasta en el alojamiento dentro de un refugio tradicional, de acuerdo con cifras del gobierno. Weber, el portavoz del Departamento de Salud y Servicios Humanos, no pudo proporcionar el costo total de establecer y dirigir el campamento. Sin embargo, dijo que las camas estándar para refugios costaban 250 dólares al día, y las camas temporales para refugios de emergencia costaban 775 dólares al día.